Relación con otros animales
El perro vivía en sus orígenes en jauría. El perro posee un carácter franco, que generalmente se acomoda perfectamente a la compañía de otros animales. Entonces, ¿por qué el perro no puede tener buena armonía con otros perros, gatos y por qué no conejos, gallinas o loros?
No hay ningún secreto. Lo primero que debemos hacer para conseguir ese comportamiento es dejar que la madre eduque a su camada, antes de quitársela nada más nacer. También tenemos que permitir al cachorro, tan pronto como sea posible, estar en presencia de otros perros, cachorros y adultos. Sus juegos ayudarán más en su educación, que la aplicación de los mejores consejos del mundo a un perro que nunca haya compartido tiempo con sus congéneres desde la edad temprana. Un perro que crece aislado, tiene pocas opciones de ser un perro sociable.
De todas maneras debemos tener en cuenta que un perro puede mostrarse agresivo si tiene miedo a animales demasiado atrevidos o de tamaño demasiado imponente. También puede mostrar ese comportamiento si se siente acorralado o cercado por otros perros. E incluso puede sentirse en peligro si se encuentra rodeado por humanos que le dan la impresión de dificultar su huida ante un perro que considere amenazador.
Volvamos cobre la noción de "espacio de huida", completamente indispensable en los juegos entre perros. Un cachorro, con un comportamiento estable con sus congéneres, conservará el mismo tipo de comportamiento (una vez el asombro o la curiosidad haya pasado) con otros perros o animales. La prueba evidente es que dos perros colocados detrás de una verja tienen un comportamiento amenazador que puede llegar al límite de la agresividad. Si le quitamos la verja, generalmente nos encontraremos con una clase de lenguaje y de toma de conocimiento entre los animales, que se juzgarán e instaurarán su jerarquía.

De todas maneras, en cualquier caso, sea cual sea el animal, conviene dejarlos tranquilos, sin mimar a uno más que al otro, con el fin de que el lenguaje entre ellos se establezca sin presiones ni condicionantes. Claro está que dejarlos tranquilos no quiere decir bajo vigilancia, por supuesto. Y es que debemos evitar posibles enfrentamientos violentos.
El problema entre un perro y un gato, adultos ambos, es que su forma de comportarse es diferente. La llamada al juego de uno es considerada como una agresión por el otro. Igualmente, una actitud de apaciguamiento podrá ser interpretada como una amenaza, o peor, como una provocación. La única forma de evitar esto es haciendo que ambos se conozcan desde pequeños. En otros casos, el resultado es incierto.
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